Los romanos eran muy supersticiosos, no solo a nivel de culto, sino que
además se servían de amuletos y de fórmulas mágicas para conjurar a los
demonios o preservar la salud. Los niños solían llevar un amuleto
llamado “bulla” que consistía en una pequeña cápsula suspendida al cuello, la cual contenía “filacterias” o palabras mágicas. El rito de Desprenderse de la bulla antes de vestir la toga viril suponía el paso a la madurez adulta.
Así era una bulla |
Los niños romanos eran muy similares a muchos de nuestro tiempo. En sus
ratos de ocio realizaban pintadas en las paredes y dibujos (“graphiti”).
Ejemplos de ello se constatan en el paedagogium del palacio de Augusto o
en alguna calle de Pompeya. Jugaban por las calles a la caza, al
escondite, reñían entre si y tenían juguetes parecidos a los de ahora.
De echo en algunas tumbas se han encontrado muñecas articuladas con su
pequeño ajuar, aros, pequeños carros, trompos, pelotas, etc. A modo de
canicas usaban nueces o manzanas. Tenían figurillas de plomo, animales
minúsculos, dados, que se llamaban de una manera general “tesserae”, y que el jugador lanzaba por medio de un cubilete llamado “fritillus”